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Publié par Walter Covens

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    Después de la solemnidad de la Epifanía del Señor y después de la fiesta de su bautismo, ya, en este segundo domingo del tiempo ordinario (en realidad el primero) acabamos de escuchar el relato de las Bodas de Caná en el evangelio de San Juan. Es el único en contarnos este episodio que sitúa al principio del ministerio de Jesús. Tomando en cuenta este contexto litúrgico vamos a intentar meditar brevemente este misterio que se convirtió hace unos cuantos años en el segundo misterio luminoso del Santo Rosario.

    Existe, en efecto, un punto común entre estos tres misterios : el de la Epifanía, el del bautismo y el de Caná. ¿Cuál es ? La antífona del Cántico de Zacarías del oficio de las laudes de la Epifanía nos dará  indicaciones al respecto :
 
Hoy, la Iglesia está unida a su Esposo : el Cristo, en el Jordán la purifica de todas sus faltas, los magos traen sus regalos a las bodas reales, el agua se convierte en vino, para alegría de los comensales, ¡Aleluya !

    ¡Qué concisión y densidad más admirables ! Todo está dicho en pocas palabras. Resulta difícil lograrlo mejor. La antífona del Cántico de María (el Magnificat) en el oficio de las vísperas dice lo mismo de forma algo diferente :
 
Celebramos tres misterios en este día : hoy la estrella guió a los magos hacia el nacimiento ; hoy, el agua fue cambiada en vino en las bodas de Caná, hoy, el Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos, ¡Aleluya !

    La Epifanía, el Bautismo, las Bodas de Caná : estos tres acontecimientos son, desde luego, acontecimientos muy distintos en el tiempo (y el espacio). Sin embargo, hay una realidad (e insisto en lo de « realidad ») que permite decir para los tres al mismo tiempo : « hoy », como si fuera un único y mismo día. Esa realidad no es un hecho, pues se trata de tres hechos muy distintos. Entonces, ¿Qué es ? Tiene que ver con la significación de estos hechos, con su simbolismo. Pero ¡cuidado ! Hoy, cuando decimos « símbolo » o « simbólico », enseguida pensamos en « ficción » o « ficticio », un poco cuando decimos que alguien cedió un terreno en beneficio de una obra pía por un euro « simbólico ». El símbolo, en el sentido más fuerte de la palabra, no es una ficción.

    El símbolo es la realidad. Es incluso más real que el hecho bruto, por decirlo así, pues expresa la realidad profunda y es el único en poder expresarla. El lenguaje científico, al que estamos acostumbrados (es una costumbre...) no permite decirlo todo. Intenten decir en lenguaje científico, lo que sienten un joven y una joven cuando se enamoran el uno del otro. Por grandes que sean las competencias científicas de ustedes, estos jóvenes se quedarán muy insatisfechos, al escucharles a ustedes describiendo de esa manera lo que sucedió entre ellos, como si ustedes estuvieran viviendo en otro planeta. Pero si ustedes lo hacen como los grandes poetas, los dos enamorados acudirán a la librería más cercana para comprar el libro de poemas de ustedes, pidiéndoles que les pongan una dedicatoria.

    Me dirán ustedes :
- Sí, pero el autor del cuarto evangelio es un poeta que logró expresar una realidad profunda con un lenguaje lleno de imágenes. De acuerdo… Pero los hechos que cuenta no son históricos.

    Es verdad que un poeta talentuoso puede hablar de una historia de amor que inventó como si fuera una historia real, con mucho realismo, porque lleva a cierto marco lo que otras personas pudieron vivir en otros tiempos y otros lugares.

    Así pues, a propósito de las Bodas de Caná, un autor (J.Potin, Jesús, 1995) escribió :
 
Para Juan los milagros no son actos de potencia, como en los sinópticos, sino signos, o sea símbolos (…). El símbolo es más importante que la realidad de los hechos (…). Es imposible saber lo que realmente sucedió.
    Estoy de acuerdo con la primera parte de la cita. En lo que se refiere a la segunda, es verdad para los apócrifos, pero seguro que no para el Evangelio de Juan. Los apócrifos son relatos más o menos ficticios, fabricados de punta a cabo, « para las necesidades de la causa », para ilustrar una verdad fidedigna. Los disfrutan las personas adictas a lo maravilloso, quienes, leyendo los cuatro evangelios, se quedaron con las ganas, en particular por todo lo que se refiere al período de la infancia de Jesús. Esos escritos nos describen, por ejemplo, a la Santa Familia durante su huida a Egipto, alimentándose de las frutas de los árboles que se inclinaban ante ellos para permitirles cosecharlos. O al niño Jesús en Nazaret, cambiando a guijarros en pajaritos, justo para causar sensación entre sus amiguitos (cuando Juan nos dice que el primer signo de Jesús tuvo lugar en Caná).

    Pero no es así como Juan nos cuenta el episodio de Caná. No se debe olvidar que Juan forma parte de los primeros discípulos de Jesús, quienes eran cinco en las bodas de Caná, y que él fue pues un testigo ocular. No crea símbolos fuera de la realidad. Se ciñe a los hechos, cuyo sentido, milagroso u ordinario, penetra, incluso en el caso de l la Pasión, en que Jesús está clavado y traspasado por la lanza del centurión. Con Marcos, es el más realista de los evangelistas. Es un testigo discreto, modesto, anónimo y por eso, mucho más creíble.

    Dicho esto, intentemos ver ahora lo que tienen en común los tres acontecimientos de los que les habló y de los que hablan las antífonas de los cánticos evangélicos de la solemnidad de la Epifanía, como si se tratara de un mismo día.

    Se trata en realidad (eso sí hay que decirlo) de tres epifanías, de tres manifestaciones de la presencia de Dios en el mundo, y eso por medios sensibles. La razón de ser de la creación no es solamente satisfacer nuestras necesidades materiales : comer, beber, etc… E incluso, cuando ustedes comparten una comida, en familia o entre amigos, no es solamente para satisfacer necesidades « básicas ». Para una comida de fiesta ustedes van a acudir a un lenguaje simbólico para manifestar su sentido de la acogida, de la hospitalidad, de la convivencia… que no se comen ni tampoco se toman.

    Pues bien, Dios también nos habla mediante signos. Les habló a los Magos y a cada uno de nosotros  por una estrella que les permite a los paganos descubrir la presencia de Dios en el corazón de un niñito. Se habla después de una teofanía, una manifestación de  Dios en nuestro mundo.

    Otra teofanía : en el bautismo de Jesús, es la voz del Padre y la Paloma la que manifiesta el misterio de la Santísima Trinidad.
    En Caná, también, es una manifestación de Dios. Ya eso está indicado en el versículo 51 del capítulo primero : « os aseguro que veréis el cielo abierto y  a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el hijo del hombre ». es una teofanía anunciada, en futuro. En el  versículo 11 del capítulo 2 Juan precisa : « manifestó su Gloria ». Se cumplió la teofanía.

    « Manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él ». Eso, desde luego, no es más que el inicio de un largo camino que va hacia la Casa del Padre, pasando por la Cruz. Algunos quisieran no signos sino pruebas de la existencia de Dios. ¡ No ! Dios no se prueba. Se manifiesta, respetando nuestra libertad. Somos unos invitados en las Bodas del Cordero, no estamos « obligados » a nada. La prueba, al probar, nos obligaría. El signo, al manifestarse, nos invita. ¡ Cuidado con la pereza en medio de nuestra fe ! Claro que no nos corresponde cambiar  el agua por vino. Pero debemos creer que Jesús lo puede hacer y que lo hará, cuando lo quiera, es decir « hoy ». Este es nuestro primer trabajo. Ese es el trabajo en el que María sobrecumple y esa es su alegría. Pero nuestro trabajo es también sacar agua para llenar las tinajas, de « hacer todo lo que él (nos) diga » y que Jesús no lo hará por nosotros aunque eso pueda parecer totalmente inútil a nuestros ojos. Aquí también, es María nuestro guía, nuestro modelo.

    En la segunda lectura, San Pablo dice : Cada cual recibe el don de manifestar el Espíritu ». Cada uno de nosotros, haciendo todo lo que Jesús nos diga, está destinado a ser una « teofanía en actos ». La teofanía de la que nos beneficiamos todos, debemos hacer que los demás la disfruten, « para el bien de todos », dijo San Pablo. Invitado a las Bodas, debemos convertirnos en servidores en las bodas. Si cuando hay algo que hacer siempre son los mismos los que contestan, no es normal. En las Bodas de Caná, el que no hace nada es el que se desgasta. Se desgasta también el que quiere hacerlo todo solo. « Las funciones en la Iglesia son variadas, pero siempre es el mismo Señor. Son variadas las actividades, pero en todas partes es el mismo Dios el que actúa en todos ». Hay tantos invitados en las bodas y tan pocos sirvientes. Hay tanta agua que sacar para llenar las tinajas y tan poco vino. ¡Vamos, manos a la obra ! No hay vino y hay tantos  que todavía tienen sed y las Bodas acaban de empezar.

 
                            Traducción de Jean-Louis Joachim
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